REALIDAD OCULTA
La Octava Esfera
Por Emilio Sáinz Ortega
La Octava Esfera (llamada esfera en el sentido que lo son las siete fases sucesivas de desarrollo evolutivo desde Saturno a Vulcano) viene a ser una especie de luna compuesta de las imaginaciones luciféricas y del elemento material terrestre ahrimánico, lo cual conforma así un fenómeno completamente falso en el Universo, mediante la creación de un plano cósmico de existencia irreal en un mundo paralelo a la tierra, con el consiguiente torcimiento y desviación del proceso evolutivo, en sustitución del impulso crístico ascendente hacia la siguiente esfera a la tierra, que sería el nuevo Júpiter. Constituye un mundo de espectros y fantasmas creados por Lucifer y Ahriman, en forma de imaginaciones arrancadas de la tierra, no puras como lo eran las de la verdadera luna, sino densificadas con la materia elemental de lo mineral. Es por tanto una esfera lunar rellena de material elemental terrestre, que supone un hecho equivocado en el cosmos, en el intento combinado de Lucifer y Ahriman de arrancar al hombre de la tierra, pasando por encima del desarrollo del Yo planificado por las correctas Jerarquías superiores como fase indispensable en la evolución de los seres humanos.
Lo que pretenden Lucifer y Ahriman es la desaparición de todo el proceso evolutivo de la humanidad ciñéndolo a la Octava Esfera, para cambiar así el curso de toda la evolución. Si Lucifer quiere llevarnos a un medio similar a la Antigua Luna, mediante la introducción del reflejo imaginativo de los mundos espirituales superiores, con un fin similar se le une Ahriman que, en su objetivo de arrancar la materia de la tierra, colabora con aquél permeando aquellas imaginaciones con materia terrestre para darles una apariencia de total realidad, de manera que su actividad combinada da como resultado las imaginaciones lunares densificadas en la materia, que es lo que forma el contenido de la Octava Esfera, que no son sino verdaderos espectros o fantasmas irreales creados así por ambas jerarquías rezagadas, que hacen que la Humanidad viva en un estado de “Maya” e ilusión ante tales fenómenos.
Para proteger a la Humanidad y evitar esos objetivos de Lucifer y Ahriman de que todo el reino físico fuera absorbido en esa Octava Esfera, la Jerarquía de los Espíritus de la Forma (los Elohim) mandaron a Jehová a la luna para, con la fuerza de atracción de la tierra sobre ella a causa de su densidad mineral, mantener al ser humano aferrado a la tierra hasta desarrollar firmemente su Yo, y a partir de entonces poder ya acceder al mundo espiritual. La tentación luciférica, consistente en la prematura espiritualización humana, dio lugar a que la humanidad viva en continuo estado de espejismo o maya, pues lo que ve no es un espejo de lo real, sino un reflejo del mundo de la Octava Esfera, que no es la luna actual sino una Luna anterior conservada a nivel imaginativo y densificada por Ahriman, hasta el punto de adquirir una consistencia de materia terrenal que contiene los reflejos de los mundos espirituales más elevados, que hacen que los humanos los vean como materia cada vez más sutil. Si no hubiera tenido lugar la venida de Cristo y el Misterio del Gólgota, el hombre se hubiera desarrollado hasta un alto nivel conducido por la luz de Lucifer, penetrando en el mundo espiritual luciférico, de carácter nirvánico, hasta conocer a los Principados o Archai, de manera que así los hombres, dejando atrás lo corporal, se habrían espiritualizado ascéticamente. Con ello se hubiera consumado el plan de Lucifer, que básicamente quería apartar a las almas de la tierra y abandonarla, de forma que las almas humanas se habrían salvado pero la tierra no hubiera evolucionado.
La naturaleza inferior del hombre opuesta a la Octava Esfera
Si antes del Gólgota los hombres no siguieron ese impulso de Lucifer de conducirlos a un mundo de luz espiritual fue porque los dioses superiores introdujeron en épocas remotas la Octava Esfera. Lo hicieron con el fin de impedir a Lucifer que pudiera extraer prematuramente la naturaleza superior del hombre, y para ello implantaron en su naturaleza una tendencia hacia la materia que haría que el hombre adquiriese una inclinación y atracción tan fuertes hacia su naturaleza inferior (la carne, la naturaleza física, la reproducción sexual, etc.) que le haría vivir totalmente implicado en la materia, hasta desarrollar eventualmente su individualidad y su Yo. Introdujeron en el hombre una mayor gravedad/densidad enraizándole en la materia, y así las mismas religiones hacían que el hombre venerase lo terrestre, la carne y la sangre, para que el hombre fuese lo suficientemente pesado como para no ascender inmediatamente al universo espiritual.
Se formó entonces la tierra en torno al sol y ella recibió a la luna como satélite a su alrededor, de manera que la fuerza de la tierra que atrae a la luna es la misma -en su contraparte espiritual- que encadena al hombre a su naturaleza inferior, pues la luna existe precisamente para frenar lo luciférico y para que la naturaleza inferior pueda llegar a espiritualizarse en su día. Podemos afirmar por tanto que los Dioses, las Jerarquías Superiores, por medio de Jehová, han colocado a la luna para ligar provisionalmente al hombre a su naturaleza inferior, incapacitándole mientras tanto para ascender a los mundos espirituales a través de un camino de absoluta moralidad como es el preconizado por Lucifer. La “caída del hombre” significa cómo Jehová aprisionó al hombre en cuerpos de carne, para eludir el proyecto de Lucifer de proporcionar al hombre la inmortalidad (el Fuego de los Dioses) y la autocomplacencia espiritual, evitándole la necesidad de tener que atravesar los sufrimientos de la experiencia física en el mundo terrestre.
El éxodo del hombre del Paraíso consiste en que en el Paraíso el hombre permanecía en estado espiritual, en una existencia supraterrenal e integrado de imaginación, inspiración e intuición, pero a causa de la influencia luciférica el hombre sufrió el revestimiento con la materia del espíritu desintegrado. La materia es un relleno en nosotros que no forma parte de nuestro ser, y es por ello que morimos físicamente, pues el hombre vive hasta que la materia, que encierra la tendencia constante a querer explotar, vence lo que la mantiene unida en nuestros cuerpos. Lo que mantiene unidos a los huesos es el poder de la imaginación, pero si se impone la fuerza de la materia de los huesos, éstos no podrán subsistir, y lo mismo sucede a los músculos, a los que les mantiene la inspiración y a los nervios, que son mantenidos cohesionados por la intuición. Como generada que ha sido por los Asuras, la materia tiende a la descomposición y a la desintegración, al caos total –lo que los científicos definen como entropía-. La carne y sangre que tales entidades se cobran por consentir que la sustancia material en el ser humano se mantenga cohesionada durante el tiempo necesario para que la humanidad llegue a desarrollar sus yoes individuales, es el precio que el Mal percibe en especie.
La sangre es el elemento que pertenece a Lucifer, aunque los Asuras son quienes se alimentan de esa sangre humana, para extraer de ella el Yo y de sus fragmentos crear nuevas entidades demoníacas, y emplearla para crear las condiciones de su particular Octava Esfera, que no es sino el infierno o Hades de las mitología religiosa. Es por medio de la sangre donde debe de ganarse la batalla que se realiza en el hombre entre el bien y el mal, pues en la sangre reside el principio para el desarrollo del ego. En la sangre están los antecesores y el poder que rige nuestros destinos, en correspondencia al dicho “Lo que tiene poder sobre tu sangre, tiene el poder sobre ti” (de ahí el poder maligno de Mefistófeles sobre Fausto y que quisiera firmar su pacto con su sangre, precisamente para dominar su ego), pues así como el cuerpo etérico es la expresión de los fluídos vitales y el cuerpo astral lo es del sistema nervioso, la sangre es la expresión del Yo. Fue la exogamia y la mezcla de sangres, que en otras especies animales mata, lo que hizo en su momento perecer al poder clarividente, al nacimiento del intelecto y de una nueva consciencia de vigilia, que destruyó la clarividencia atávica del hombre-animal inferior.
El descenso de Cristo al inframundo
Cuando hace dos mil años llegó el tiempo de Cristo, ya no bastaba con introducir en la naturaleza inferior subconsciente del hombre aquello que se contrapone a Lucifer. Había que añadir algo nuevo que el hombre pudiera acoger en su consciencia, y eso nuevo no era sino el Cristo (que viene a constituir la evolución ulterior del Dios Jahvé). Y al adherirse al Cristo, el hombre se vincula a todos los hombres, lo cual hará que el hombre pertenezca realmente a la tierra, y eso ya de por sí se contrapondrá a la espiritualización nirvánica que pretendía Lucifer.
Con la muerte del Cristo físico en el Gólgota, en cuyos momentos el mal se había hecho con el control del mundo físico, Cristo desciende y penetra en el submundo asúrico inframaterial de la Octava esfera, la antesala de los Infiernos, y se enfrenta con los Asuras, últimos responsables de la materia, para frenar sus impulsos destructivos, y consigue así que tales seres, que actuaban terriblemente con las almas humanas de los fallecidos, solo puedan ejercer su función en el futuro según el Karma real de la Humanidad. Si no se hubiera enfrentado a los Asuras la tierra se hubiera desintegrado antes de lo previsto y los cuerpos humanos, contaminados por la radiación de la descomposición moral, no hubieran podido albergar un Yo Espiritual. Cristo fue el primero y único de los Dioses que entró en los infiernos para confrontarse con los Asuras en su propio ámbito, según nos cuenta el libro sagrado gnóstico Pistis Sophia (véase el nº 9 de esta revista), para encadenarlos y sujetarlos a las Leyes Cósmicas y a la Justicia del Karma, ya que su descontrol amenazaba la misma supervivencia del mundo físico material donde se asienta el hombre. Hasta entonces los Asuras vivían albergados en una morada inexpugnable donde residían, los submundos de la infrarrealidad, imperceptibles e inalcanzables para las Jerarquías Creadoras positivas, y desde entonces los Asuras tienen restringidos sus movimientos supeditados a las condiciones astrales y kármicas reales de los fallecidos.
Se puede entender que para boicotear el plan luciférico de liberar a las almas del peso y sufrimiento de la materia, Jehová hizo un pacto con las Jerarquías Adversas de Ahriman y Soradt para generar la materia sólida donde enganchar a los hombres, para que éstos creasen un ego y un Yo, y eventualmente iluminasen la tierra. Y en ese sentido la Octava Esfera sería la condensación Ahrimánica de las Imaginaciones Luciféricas de la Antigua Luna, rellenada de sustancia material Asúrica. Lucifer desea liberar al alma humana de su apresamiento en la materia, situando al Alma en un Nirvana espiritual, mientras que Ahriman quiere conducirla a un universo o esfera de Formas (su Octava esfera), y los Asuras quieren llevar el Alma al Avitchi, la no-existencia.
La tentación nirvánica de Lucifer (similar al Devachán o Nirvana que el alma vive entre dos encarnaciones tras la muerte), sería la Octava Esfera Luciférica, mientras que la Octava esfera Ahrimánica es totalmente artificial y virtual (está formada de imaginaciones luciféricas condensadas en formas de Maya), y la Octava esfera Asúrica sería el Antiguo Hades, el Infierno del Dante, lleno de niveles y de horrores, en los interiores de la Tierra, por debajo de la esfera ahrimánica, cerca del centro de la tierra, conectada con el corazón oscuro del sol negro (el Demonio Solar Soradt). Un gráfico que expresase tal ubicación con relación a los distintos planos, desde el exterior de la tierra hasta su interior, sería el siguiente:
-DEVACHAN SUPERIOR (Buddhi- Manas Superior)
-DEVACHAN INFERIOR (Manas)
-ASTRAL
-ETERICO
-MUNDO FISICO--------------------------------------------
-ETERICO negativo- Elementales
-ASTRAL MALVADO- Región de Lucifer
-DEVACHAN INFERIOR MALVADO- Región de Ahriman
-DEVACHAN SUPERIOR MALVAD0- Región de los Asuras
Materialismo y clarividencia visionaria
Continuamente Lucifer y Ahriman se esfuerzan por arrancar sustancia terrestre para formar la Octava Esfera, que una vez perfeccionada será desligada de la tierra y tomará sus propios caminos cósmicos bajo Ahriman y Lucifer, quienes luchan constantemente con los Espíritus de la Forma para arrancarnos la sustancia mineral/material que hay en nosotros. Y donde más sustancia se nos ha arrancado, por ser nuestro órgano más perfecto, es en le cerebro, instrumento del pensar, precisamente porque nos permite elevarnos en pensamientos, y así liberarnos de nuestro organismo, y distinguir entre el bien y el mal. Es por eso que intentan permanentemente arrebatar la sustancia mineralizada del órgano más noble del ser humano (el cerebro) para con ella poder hacer llegar sustancia material a la Octava Esfera y fortalecerla más y más. Si lo lograsen, se destruiría la tierra y se desviaría toda la evolución cósmica a la Octava Esfera, donde desaparecería la evolución de la Humanidad.
Y como la Octava Esfera pertenece al entorno de nuestra tierra física, ya que estamos siempre rodeados de imaginaciones expuestas a la infiltración mineral y materialista, hubo que crear un contrapeso por parte de los espíritus de la Forma: Yahvé extrajo la luna de la tierra con las sustancias más compactas y densas, como tal contrapeso, de manera que estando esa luna compuesta esencialmente por una gran mineralización, Lucifer y Ahriman no podrían absorberla ni infiltrarla en su mundo de imaginaciones. Y con el mismo fin y en el nivel estrictamente humano, Yahvé tomó otras medidas complementarias: los elementales del amor que los Espíritus de la Forma inculcaron como “impulso del amor” en el principio de la herencia humana, algo independiente de la cabeza que radica en la misma naturaleza física del hombre. Todo lo que se relaciona con la reproducción es independiente del hombre y no puede penetrarlo con su pensamiento, de manera que aunque Lucifer y Ahriman, en su tendencia a la mera sabiduría, pueden dominar la cabeza, son impotentes para apoderarse de lo que en la tierra es sustancia genética, que corresponde única y estrictamente al ámbito de Yahvé. El amor natural creado por Yahvé en el hombre supone el contrapeso fundamental a la carencia de amor de Lucifer y Ahriman.
En las esferas previas de Antiguo Saturno, de Antiguo Sol y de Antigua Luna hubo que dotar al hombre de naturaleza mineral, para que en la tierra madurase y fuese educado para la libertad de la voluntad, que será absolutamente necesaria después en Júpiter, Venus y Vulcano. La tierra es generadora de la libertad, al impregnar al hombre de lo físico-mineral, y la labor de Lucifer y Ahriman consiste en arrastrar su libre voluntad hacia la Octava Esfera, lo cual pone al hombre en un continuo peligro, sugiriéndole, mediante la mediumnidad y la clarividencia visionaria, toda clase de ilusiones fingidas, para, mediante la sustracción de sucesivos pedazos de su alma, arrancarle su voluntad y sumergirla en la Octava Esfera, haciendo así que tal alma desaparezca del desarrollo terrenal. Y es eso lo que hicieron con los mediums espiritistas, ofreciéndoles información del mundo espiritual y diciéndoles que procedía de los muertos, cuando el resultado real es que les fueron atrapadas sus almas.
El materialismo había llegado en la época de Blavatsky a su pleno vigor, y si bien es cierto que la fundadora de la teosofía redespertó el camino espiritual a los hombres, aunque supeditado a los intereses particulares de los Mahatmas luciferito-ahrimánicos, lo que hicieron entonces las jerarquías adversas fue poner al materialismo el cariz de oculto, para lo cual proclamaron que la luna era la Octava Esfera, cuando, como ya se ha dicho, la misma había sido creada por las jerarquías positivas como contrapeso de la Octava Esfera. Y así con Sinnet y con el Budismo Esotérico, bajo la influencia de los ocultistas hindúes del sendero izquierdo (los mahatmas), el materialismo se convirtió en ocultismo, pues había que crear un sistema de sabiduría esotérica cuya teoría eliminase a Cristo y a Yahvé, presentando a Lucifer en su lugar (que en realidad eran Lucifer y Ahriman juntos, pero no tenían acceso a esa distinción fundamental) como el verdadero Espíritu de Luz. Así se divinizaba y reverenciaba a Lucifer como el gran benefactor de la humanidad, el introductor de la ciencia, el arte y el progreso de la raza humana, sin contar con que en realidad Lucifer, habiendo sido el que dota al hombre del trabajo mental cerebral, necesita el contrapeso de aquello esencial con lo que no cuenta: el Amor. Y por el contrario Yahvé era presentado por los mahatmas como un dios lunar menor que había introducido en el hombre la lacra de la herencia genética, la reproducción sexual y la sensualidad terrenal.
Luego la luna no es la Octava Esfera como afirmaban los mahatmas, sino que lo es la fuerza que atrae la luna, implantada por Jahvé en la naturaleza inferior del hombre, en oposición y antagonismo a Lucifer. Al pregonar tal falsedad, el objetivo de los mahatmas a través de Blavatsky, era situar a Lucifer en el papel de Cristo haciendo creer al mundo que la luna era la Octava esfera, y denigrando así a Yahvé/Jehová como su creador, considerándole por tanto como un dios de naturaleza inferior.
Steiner avisó reiteradamente del peligro de la clarividencia visionaria, que conduce directamente a la Octava Esfera y que produce que Lucifer y Ahriman se apoderen con el mayor placer de la sabiduría divina para llevarla a la Octava Esfera, y en tal sentido solo admitió la clarividencia que excluye a Lucifer y Ahriman, para dirigirse a los mundos superiores espirituales reales, con el fin de evitar precisamente que la voluntad del clarividente quede atada y supeditada a la Octava Esfera, en el objetivo expreso de ambas jerarquías rezagadas de transformar una sociedad humana en que pudiera existir la libertad en una sociedad de esclavos. Y estando la Octava Esfera como está dentro de la tierra, y alrededor de todos nosotros como todo lo espiritual que nos impregna, para poder percibirla hay que desarrollar un órgano especial, distinto a los sentidos normales del ser humano, y que es la clarividencia imaginativa visionaria.
Conclusión
Lucifer quiere arrancar al hombre de la materia y mediante la imaginación llevarnos a un medio similar al de la antigua luna con su sabiduría y sin los condicionamientos de la materia, mientras que Ahriman lo que quiere es arrancar materia de la tierra. A través de la actuación conjunta y combinada de ambas jerarquías adversas las imaginaciones lunares han sido densificadas en la materia y forman el contenido de la Octava Esfera. Tales imaginaciones materializadas son espectros de un mundo creado por Lucifer y Ahriman: la Octava Esfera, una “luna” compuesta de las imaginaciones luciféricas, que no son sino reflejos de los mundos superiores y de los elementales materiales terrestres ahrimánicos, constituyendo todo ello un fenómeno completamente falso de espejismo e ilusión dentro del universo. Su objetivo no es otro que desbaratar y frustrar todo el proceso evolutivo de la humanidad llevando a la Octava Esfera la sustancia esencial de la tierra que es el cerebro humano, lo cual generará hombres de pensamiento materialista, torciendo así definitivamente el proyecto crístico de llevar a la humanidad a Júpiter, para llegar a formar eventualmente la Décima Jerarquía de Seres de Amor, Compasión y Libertad.
El hombre tiene en sí homeopáticamente todas las virtudes de las Jerarquías Superiores, tanto de Serafines, como de Querubines o Tronos, Espíritus de Sabiduría, del Movimiento o de la Forma etc., y asimismo, a la vez, podemos contactar el Mal en la tierra (los seres luciféricos, ahrimánicos y Asuras que también forman parte nuestra). Si somos capaces de integrar en nosotros el impulso crístico, podremos reintegrar a esos seres “malignos” al Padre, Hijo y Espíritu Santo y reconquistar así a las fuerzas adversas desgajadas en su día del Bien: metamorfosear el Mal mediante las fuerzas del hombre, precisamente por medio de ese impulso divino de Cristo en nosotros, ya que somos los únicos seres en nuestro universo que portamos en nuestro interior tanto al Bien como al Mal. El Yo ha de actuar como un Sol (la Consciencia de Cristo en nosotros), en medio de los estímulos de los elementos que nos quieren doblegar hacia la Octava Esfera que es su reino, y ha de calibrar e identificar esos impulsos sensoriales del ego y de la materia, para ser libre de ellos.
Emilio Sáinz Ortega
Nota adicional.- El misterioso caso de los U.F.O. (u O.V.N.I., objetos voladores no identificados) tiene muy probablemente un origen basado en los fenómenos espectrales producidos por la Octava Esfera, sobre el que hay ya demasiada literatura fantasmagórica y astraloide como para poder entrar a examinar su realidad en forma científica y consecuente, por lo que, al no ser de nuestro interés particular a causa precisamente de todas las concomitancias ilusionistas y fantásticas con que viene siendo enfocado, allá cada uno en su interpretación sobre el tema, pero el confusionismo que rodea a tales planteamientos sería una de las empresas u objetivos de las potencias adversas que promueven la esfera de la ilusión espectral que es la Octava. Otro fenómeno a estudiar en la misma dirección, aunque éste es perfectamente accesible a su constatación a través de fotografías y reportajes públicos, son los llamados Círculos en las cosechas, también denominados pictogramas o crop circles (en inglés), que son dibujos que aparecen en campos de cultivo (trigo, maíz, etc), supuestamente creados por extraterrestres. Aunque inicialmente empezaron como formas geométricas básicas, anagramas y auténticos mandalas, los círculos han ido incrementando su complejidad, hasta el punto en el que han llegado a dar respuesta de mensajes en código binario, un dibujo del calendario maya, e incluso uno con la imagen de un alienígena sosteniendo otro mensaje en código binario.
Tales “círculos de los cultivos" (o "de las cosechas") pueden ser observados casi minuciosamente a través de los videoclips o films cortometrajes/reportajes que aparecen en Internet en la página de YouTube (introduciendo después el epígrafe de “Crop circles”) donde se nos muestran con toda precisión en forma de diseños que aparecen impresos sobre cultivos, por lo general de tipo gramíneo, en el término de una noche. Los dibujos son definidos por la posición de las plantas, que en ese tipo de cultivo están distribuidas apretadamente. En los últimos diez años han ido apareciendo más y más conjuntos con dibujos matemáticos extremadamente complejos, formados de centenares de círculos y otras formas geométricas, y la reacción de algunos, los que van más allá de aquellos excépticos que creen que son otro montaje más o menos turístico, ha sido la de traducir el fenómeno como un intento bienintencionado de civilizaciones extraterrestres por contactar y reconducir la nuestra.
Aunque se reportan miles cada año y hay personas y organizaciones en todo el mundo que se están ocupando de registrar la aparición de estas formaciones en los cultivos, en un intento de aprender más sobre su misteriosa naturaleza, el país más nombrado como origen de la aparición de los círculos de los cultivos es Inglaterra, particularmente la región de Wiltshire (justamente la zona donde están los famosos monumentos megalíticos como Stonehenge). Se menciona reiteradamente a Salisbury y Amesbury, ubicados al sur de Inglaterra, como escenario tanto de la aparición de estas extrañas marcas como de una pujante industria turística basada en los círculos. Además de los originales en Inglaterra, hay reportes de Estados Unidos de América, Canadá, Europa, Sudamérica (incluyendo Argentina), Asia y Australia. Hay muy pocos países en los que no se han encontrado círculos.
Tan peculiares y aparentemente “reales” fenómenos podrían ser perfectamente imágenes luciféricas (armónicas, atractivas, bellas las más de las veces) materializadas en tierra por la acción conjunta de las entidades ahrimánicas, lo que constituiría otra forma más de astralidad materializada, sustitutiva del verdadero espíritu, para añadirla a los mensajes “canalizados” de tantos pseudo-maestros amparados en toda la literatura de la “New Age” imperante en nuestro Occidente, con los que confundir a la buena voluntad de aquellos seres humanos que se hallan enajenados de su alma y perdidos de la verdadera ciencia espiritual. O caemos en la red de tanta ilusión y espejismo o nos esforzamos en trascender la apariencia de la materia pare reencontrar de nuevo nuestra única realidad. Es nuestra responsabilidad.
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